Siempre pensé en el derecho como un diario en el que las sociedades capturan su realidad, siempre cambiante, conmemorando lo bueno y asegurándose de que lo malo no se repita. La ley nos cuenta una historia sobre lo que hemos hecho bien y también sobre las acciones que han sido tan brutales, en sí mismas y en sus consecuencias, que ningún ser humano quiere volver a vivirlas. La ley refleja un acuerdo de que ciertos valores y principios son fundamentales para el bienestar de una sociedad en su conjunto. Muchas veces, el espíritu de la ley está en las consideraciones o en el preámbulo de la ley, que proporcionan el contexto de cómo se produjo ese acuerdo. A veces, el contexto está contenido en otros documentos, como en resoluciones emitidas por órganos de gobierno. Estas piezas capturan un poco de la historia de la humanidad de una manera que a menudo es poética. Incluso cuando la realidad es horrenda, los legisladores tienen, a veces, la capacidad de tocar tu corazón y hacerte creer que la ley que están haciendo es algo que ellos mismos están dispuestos a respaldar.
En la facultad de derecho nos enseñan la ley, tan seca como es, y la poesía que hay detrás de ella. Muchos de nosotros, ingenuamente, nos convencemos de que los seres humanos crean reglas para poner orden y principios en sus sociedades, y que la ley es el resultado de un arduo proceso de aprendizaje que nos ha hecho empáticos, mejores. Algunos de nosotros, en esos años de estudio, creíamos que nadie estaba por encima de la ley, que la ley es ciega a los intereses individuales, a los poderes individuales, al dinero. Creíamos que el derecho tenía que ver con la justicia.
La comunidad internacional, tal vez la sociedad más compleja de todas, no es una excepción. La comunidad de Estados ha logrado construir su propia burocracia, ha creado cuerpos ejecutivos, legislativos y judiciales, y ha establecido una gran cantidad de normas internacionales en todas las áreas posibles del derecho. Quizás uno de los ámbitos más críticos y fundamentales de todos es el de los derechos humanos. El Derecho Internacional de los Derechos Humanos encontró una visión global y unificada en 1948 en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Declaración), una lista de derechos que todo el mundo acepta son inalienables e inherentes a cada ser humano en este planeta. Cada. Ser. Humano.
Y así como esta Declaración surgió de la brutalidad de la Segunda Guerra Mundial, a raiz de ese mismo episodio nefasto de la humanidad se han alcanzado otros acuerdos en defensa de estos derechos humanos fundamentales. Por ejemplo, la comunidad internacional ha llegado a un acuerdo sobre la atrocidad que es el genocidio. La Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio (Convención sobre el Genocidio) fue en realidad el primer tratado de derechos humanos adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, y reflejó el compromiso del mundo de no volver a repetir nunca más esa horrenda parte de la historia humana que se conoce como el Holocausto.
La poesía detrás de la Convención sobre el Genocidio se encuentra principalmente en la Resolución 96 (I) de la Asamblea General de la ONU. "El genocidio es la negación del derecho a la existencia de grupos humanos enteros, como el homicidio es la negación del derecho a la vida de los seres humanos individuales; esa negación de la existencia conmociona la conciencia de la humanidad, causa grandes pérdidas para la humanidad en forma de contribuciones culturales y de otra índole que representan estos grupos humanos y es contraria a la ley moral y al espíritu y objetivos de las Naciones Unidas".
El preámbulo de la Convención contra el Genocidio también es poético. El genocidio es "un crimen de derecho internacional, contrario al espíritu y los objetivos de las Naciones Unidas y condenado por el mundo civilizado", dice la Convención. Las partes contratantes reconocen que "el genocidio de todos los períodos de la historia ha causado grandes pérdidas a la humanidad" y están "convencidas de que, para liberar a la humanidad de tan odioso flagelo, es necesaria la cooperación internacional", afirma la Convención.
153 Estados son partes en la Convención contra el Genocidio. Israel, Estados Unidos y Canadá, entre muchos otros, en diferentes momentos, se unieron al esfuerzo internacional para decir "nunca más" al genocidio.
Se ha dicho que, de todos los elementos del genocidio, el más difícil de probar es la intención. Para que haya genocidio, debe haber una intención comprobada por parte de los autores de destruir físicamente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso. La destrucción cultural no es suficiente. La intención de dispersar un grupo no basta. Tal vez la dificultad para probar intención radica en el hecho de que el genocidio no es un acto único que ocurre de la noche a la mañana. El genocidio es un proceso. Comienza con actos sutiles de control discriminatorio sobre los derechos básicos de los miembros de un determinado grupo. Y se expande a partir de ahí, lenta pero constantemente.
Los actos del grupo terrorista Hamás el 7 de octubre de 2023 fueron barbaricos. No hay duda de ello. Fuentes confiables han publicado que el gobierno israelí sabía de este ataque con un año de antelación y lo descartó como "aspiracional". Aunque ese hecho habla muy mal del gobierno de Israel, no le resta barbaridad al ataque. Lo que sucedió el 7 de octubre resultó en 1200 vidas perdidas y 260 personas tomadas como rehenes, y eso es 1460 personas de más. Parece haber informes confirmados de que hubo violencia sexual en el ataque de Hamas, lo que también es deplorable y condenable.
Reivindicando su derecho a defenderse (tal y como permite la Carta de las Naciones Unidas), el gobierno de Israel ha desencadenado una serie de ataques, que aún continúan. El problema es que la respuesta de Israel a los ataques de Hamas va mucho más allá del uso proporcional de la fuerza contra el agresor. De hecho, creo que intencionalmente perdieron de vista quien fue el agresor. Sólo dos días después del ataque del 7 de octubre, el ministro de Defensa israelí, Joav Gallant, anunció públicamente que "había ordenado un asedio completo a la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni comida, ni combustible. Todo está cerrado. Estamos luchando contra los animales humanos y estamos actuando en consecuencia". De hecho, el gobierno de Israel está actuando en consecuencia. Más de 37.000 palestinos han muerto y más de 82.000 han resultado heridos, la mayoría de los cuales son mujeres, niños o ancianos. Más de 1.7 millones de palestinos han sido desplazados de sus hogares (el 75% de la población de Gaza). El 60% de las viviendas han sido destruidas, por lo que un número significativo de personas se ha quedado sin hogar de forma permanente. Si pudieran regresar, no tienen a dónde. No hay sistemas de agua ni alcantarillado. La ayuda humanitaria está siendo constantemente bloqueada. El hambre está siendo utilizada como medio de guerra.
Mas que el ejercicio de defensa, parece que el gobierno Israelí está usando el ataque como justificación para continuar, y finalmente culminar, un proceso de limpieza étnica que empezó ya hace mas de 75 años. Estados Unidos ha apoyado al gobierno israelí con más de 6.500 millones de dólares y una gran cantidad de municiones, incluidas más de 10.000 bombas altamente destructivas de 2.000 libras y miles de misiles Hellfire. Junto con Estados Unidos, muchos otros países están apoyando al gobierno sionista de Netanyahu, ya sea financieramente, con armas o con absoluta inacción.
Muchos parecen olvidar o ignorar que esto no comenzó el 7 de octubre de 2023. Ha sido un proceso que quizás comenzó con la Declaración Balfour en 1917, aunque otros pueden situar los orígenes incluso antes. Hay, sin embargo, un hecho que parece ser indiscutible: en 1947 las Naciones Unidas votaron la partición de la tierra de Palestina, entonces bajo el mandato de los británicos, en dos estados. Lo que a los árabes les pareció una división injusta condujo a un conflicto que terminó en una nueva division de facto de fronteras, que le dio a Israel un territorio mucho mayor sobre tierras que históricamente habían sido mayoritariamente palestinas.
Es dolorosamente irónico que, al tiempo que el mundo abrió espacio para una Declaración Universal de Derechos Humanos y la Convención sobre el Genocidio en 1948, también permitió el desplazamiento masivo y el despojo de más de la mitad de la población palestina a manos de las fuerzas israelíes, lo que llegó a conocerse como Nakba (catástrofe, en árabe). Desde entonces, Israel ha mantenido sistemáticamente un sistema de opresión y dominación sobre los palestinos, maximizando el control sobre la tierra y los recursos en beneficio de los judíos israelíes e imponiendo medidas para controlar y disminuir su presencia y acceso a la tierra en Israel y el territorio palestino ocupado (Cisjordania y Gaza).
Un genocidio ocurre ante nosotros y el derecho internacional parece ser solo poesía. Muchos están por encima de la ley. La ley no tiene que ver con la justicia. La Declaración Universal de los Derechos Humanos es una lista de derechos fundamentales a los que solo algunos seres humanos tienen derecho. El gobierno israelí define abiertamente a los palestinos como “animales humanos” y los trata como tal, y la comunidad de Estados está dividida, como si la ley que crearon no fuera clara como el cristal, como s hubiera alguna duda de que los palestinos tambien tienen derecho a existir.
Muchos judíos alrededor del mundo se toman el tiempo para enseñarnos que el sionismo no es lo mismo que el judaísmo. He aprendido mucho del rabino Waiss sobre lo que es el judaísmo: paz, amor y solidaridad. Una influencer de TikTok (Katie, la judía estadounidense) también tiene contenido increíble sobre lo que es el judaísmo. Todos ellos apoyan a Palestina y tienen razones muy bien estructuradas para defender su posición. Pero el mundo no escucha al pueblo judío. Algunos de ellos son tachados de traidores. Otras personas no judías protestan pacíficamente y se oponen a lo que está haciendo el gobierno de Israel, y por esa protesta legitima los catalogan de antisemitas.
Y mientras el Estado de Israel y sus partidarios adoptan este “gaslighting estatal”, también es evidente que el derecho internacional no es más que un débil acuerdo entre los Estados miembros. No tiene dientes. La propia Corte Internacional de Justicia dio un primer paso en su evaluación de la acción iniciada por Sudáfrica, indicando que algunas de las acciones de Israel tienen suficiente peso como para constituir un genocidio plausible. El mismo tribunal, tras el brutal ataque a Rafah por parte de Israel, ordenó el cese inmediato de las operaciones militares, pero no hay nadie que haga cumplir esas decisiones.
143 países han reconocido a Palestina como Estado, pero su poder en el contexto internacional no es suficiente. La integridad y vehemencia de algunos de estos estados todavía me conmueve. Colombia, por ejemplo, reconoció al Estado de Palestina en 2018 y recientemente rompió relaciones diplomáticas con Israel. Irlanda ha adoptado también una posición inequívoca y valiente en favor del derecho de Palestina a autodeterminarse y de los palestinos a ser libres. Estos países, y muchos otros, viven apasionadamente la poesía del derecho internacional, respetan el acuerdo del que son partes, y serán recordados por estar del lado correcto de la historia.
Pero la comunidad internacional no es una democracia. Las mayorías no importan. Solo unos pocos estados, aquellos con mayor poder en la comunidad internacional (Estados Unidos, Canadá, Alemania, Australia y el Reino Unido, por nombrar algunos) podrían usar su poder para detener esta ola de destrucción indescriptible en Gaza. Ellos podrían hacer el derecho internacional relevante. Pero eligen ser cómplices y, de alguna manera, encuentran justificación para sus acciones en las mismas leyes que tan rápidamente aplican plenamente en otras circunstancias, cuando les conviene.
Resulta que la ley no tiene que ver con la justicia. No es aplicable a todos por igual. Los intereses geopolíticos individuales valen mucho más que las vidas destruidas en Palestina. El derecho internacional es, tristemente, solo poesía. Pero a quien le importa la poesía? Despues de todo, la ley se hizo para los seres humanos y no para los “animales humanos”, cierto?