Entendí desde muy pequeña, quizás a partir de la publicación en el periódico escolar de un corto ensayo que escribí en tercero de primaria sobre los derechos de los niños, que escribir jugaría un papel fundamental en mi forma de expresar mis opiniones. Como la actuación, la escritura fue siempre algo que se sentía natural e indispensable. Como respirar. Me recuerdo escribiendo toda la vida. Escribiendo poemas de amor, de dolor, y de amor y dolor como términos sinónimos. Escribiendo ensayos de filosofía en el colegio. Escribiendo en mi diario. De hecho, la primera vez (de muchas) que abandoné, por falta de coraje, mi vocación de actriz, decidí que quería dedicarme a escribir.
Si estudié derecho en la universidad no fue, inicialmente, pensando en ejercerlo. No. La estrategia era distinta. Quería educarme para poder escribir, quizás como columnista en un periódico nacional, con conocimiento de los temas a tratar. Y quería escribir de temas sociales y políticos. De justicia y desigualdad; de conflicto armado y derechos humanos; de corrupción y narcotráfico. En breve, quería escribir de la realidad que siempre conocí habiendo nacido y crecido en Colombia; una realidad que para muchos colombianos es un infierno, y para otros es simplemente un espectáculo horrendo que se puede observar desde afuera sin ser tocados por ella. Y durante la carrera y estudios de postgrado, tuve la oportunidad de escribir sobre todas esas cosas. Era un pasión para mí.
Nunca me convertí en periodista. A veces tomamos decisiones en la vida que nos llevan a destinos increíbles, pero que al mismo tiempo nos alejan de los planes que alguna vez hicimos.
Aprendí hace mucho que las oportunidades pocas veces se presentan. Uno tiene que crearlas. Underneath the Surface es precisamente eso. Una oportunidad para reencontrarme con uno de mis sueños. Una oportunidad para volver a conectarme con mi voz y aprender de nuevo a compartirla. Y al abrir este espacio para escribir de lo que me importa, espero estar creando otra oportunidad, todavía más grande que la simple realización de un viejo sueño: la oportunidad de explorar de cerca la realidad, la mía, y la del mundo; revisitar mis opiniones y perspectivas, y abrir la puerta a la posibilidad de adecuarlas, adaptarlas o cambiarlas radicalmente. Lo que sea necesario para contribuir a un mundo mejor y para ser cada vez mejor como persona.
Se que este proyecto, el de revisar mi percepción del mundo mientras escribo, requiere de mí un serio compromiso de introspección, y eso implica examinar mis perspectivas críticamente. No puedo anticipar lo que voy a lograr. Es propio de la naturaleza humana tratar de sentirse cómodo con uno mismo. Volcarse sobre uno mismo y juzgar nuestra propia conducta y opiniones es, necesariamente, un reto a esa comodidad. Pero es importante tratar de hacerlo si queremos crecer como personas y como sociedad.
Tengo la mente y el corazón abiertos. Ojalá mi proceso sea entendido como una invitación a iniciar el suyo propio. Nada nos condena a las ideas que ya nos hemos formado del mundo. Podemos cambiar de opinión si no nos gusta la que tenemos.
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